Este verano 2022 he tenido la oportunidad de peregrinar a Lourdes con la Hospitalidad de Alicante, y ha sido una experiencia maravillosa. Fuimos una semana, la primera de julio, de la que acabamos cansadísimos, pero en la que todo el esfuerzo y el cansancio mereció la pena. A la peregrinación íbamos jóvenes y adultos voluntarios, además de enfermos de nuestra diócesis. También se unieron personas mayores que, no estando enfermas, querían ir a ver a la Virgen. 

En Lourdes, cada uno tiene su papel. En principio, los jóvenes se encargan de llevar a los enfermos a los oficios, a las piscinas… Los adultos son responsables de los enfermos durante las comidas y por la noche, es decir, cuidan de ellos. Sin embargo, a mí me tocó otra cosa diferente. 

A la peregrinación también van los hijos de los adultos, y estos niños no se pueden quedar solos. Es por ello que existe la Hospi Junior, donde los niños hacen actividades relacionadas con la Virgen de Lourdes. 

Yo tuve la suerte de poder estar con ellos. Íbamos dos monitoras, además de algunos seminaristas que se encargaban de la parte más relacionada con la catequesis. Nosotras teníamos un horario diferente al resto de voluntarios, porque había que recoger a los niños antes de que empezara el día con los enfermos, y había que quedarse con ellos hasta que se acabaran las actividades de los adultos.

Yo era la primera vez que iba a Lourdes, y me sorprendió que estos niños llevaban yendo toda la vida, sabían mucho más de la Virgen que yo, y me enseñaron ellos casi todo. La Hospi Junior en realidad es un mini campamento que se hace para ellos, pero en un sitio privilegiado al lado de la Virgen. 

Las actividades con los niños en algunos casos eran las mismas que los enfermos, por ejemplo, ir a la misa internacional o a la vigilia por la noche. Era un momento precioso, en el que los niños se preocupaban y cuidaban de los enfermos, y estos se alegraban de ver a los niños tan felices.  

Hubo muchos momentos muy especiales. La misa internacional, en la que cada parte se hacía en un idioma, y en la que se podía ver cómo personas de culturas y países tan diferentes estábamos unidas por el amor a la Virgen y el cuidado de los enfermos. También hay que destacar la procesión de las antorchas. Por la noche, se saca una imagen de la Virgen en procesión, y cada uno lleva una vela encendida. 

Sin embargo, uno de los momentos más bonitos fue el festival. Este se hace en un sitio fuera del santuario, y van todos los peregrinos de la Hospitalidad. Enfermos, voluntarios y niños se unen y cada grupo o persona que quiera, sale a hacer una actuación. Los niños prepararon un baile con la canción de ese año. Hubo unos jóvenes que hicieron una actuación cómica, otros que cantaron… Pero lo más entrañable era ver cómo los enfermos disfrutaban e incluso ellos se animaban a actuar. 

También hicimos excursiones, siempre relacionadas con la Virgen. En ellas íbamos con los mayores de la diócesis que habían peregrinado para ver a la Virgen. Visitamos la casa de Bernadette, la iglesia donde ella iba a rezar, la casa que los pastores tenían en el campo… Allí también hacíamos actividades para los niños, juegos y gymkanas para que aprendan todas estas cosas jugando. 

Al final del día acabas agotada, porque en Lourdes sabes cuándo te levantas, pero no cuándo te acuestas. Siempre hay algo que hacer, ya sea estar con los enfermos, con los niños o actividades con otros jóvenes voluntarios. Sin embargo, todo el esfuerzo merece la pena y, hablo por parte de todos, repetiríamos mil veces más. 

Lourdes ha sido una experiencia maravillosa. Sobre todo, se nota la presencia de la Virgen en cada cosa que haces, en cada persona que ves. Cada persona es un testimonio vivo del amor de Dios y, como todos decíamos, sales con las “pilas cargadas” para todo el año. Sin embargo, una de las frases que más se decía y que más me gustó fue “Lourdes empieza cuando llegamos a casa”, es decir, hay que seguir con el mismo espíritu, con las mismas ganas de ayudar y de hacer el bien que cuando se está allí. Porque en el santuario es muy fácil. 

Lo difícil es seguir haciéndolo en nuestro día a día, con nuestra familia y amigos, con los que nos caen mal, con los que vemos que sufren a nuestro alrededor… Esta semana en Lourdes nos ha servido para darnos cuenta de que el servicio a los demás te da alegría y fuerza, y que este tiene que ser una constante en nuestra vida, si queremos ser felices de verdad. 

Si este verano quieres vivir una experiencia maravillosa, de las que te cambian la vida, y vivir de verdad, sin filtros, pregunta en tu Parroquia por la Peregrinación a Lourdes. 

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